Prácticas para afrontar el duelo
Perder a alguien o a algo importante en nuestra vida nos confronta con un dolor profundo y, muchas veces, incomprensible para el entorno. El duelo no tiene una sola forma ni un tiempo marcado: cada persona lo atraviesa a su manera. En este artículo encontrarás prácticas sencillas y simbólicas que pueden ayudarte a dar espacio a tus emociones, honrar lo vivido y, poco a poco, abrir un camino hacia la calma y la resiliencia.

Cada persona atraviesa el duelo de forma única. Estas prácticas están pensadas como un apoyo en los momentos en que parece que el suelo se deshace bajo nuestros pies o, por el contrario, cuando nos invade un vacío profundo y la apatía.


Los ejercicios que encontrarás aquí buscan ayudarte a expresar y vivir tus emociones sin evitarlas, dándoles espacio para que puedan transformarse, y, poco a poco, acompañarte a recuperar tus fuerzas y el sentido de seguir adelante.


Para algunas personas, este trabajo será un espacio de recogimiento y conexión con una misma; para otras, una forma de abrirse al sostén de su entorno. Recuerda: no existe un modo “correcto” o “incorrecto” de vivir el duelo. Solo existe tu camino, tu manera. Confío en que estas propuestas te ayuden a transitar este tiempo con menos dolor y con más resiliencia interior.


Te invito a que realices estos ejercicios con seriedad y cuidado. Son una forma de contacto con las capas profundas de tu psique, y eso significa que los movimientos y cambios, aunque a veces sutiles, sucederán. Ejercitarlos es un acto de amor propio y de madurez: muestra que, a pesar del dolor, en ti hay un deseo vivo de continuar.


Antes de comenzar

Elige un lugar seguro y tranquilo donde nadie te interrumpa. Si lo sientes, enciende una vela. Puedes cerrar los ojos y realizar varias respiraciones profundas antes de iniciar.

No es necesario ni recomendable hacer todas las prácticas de golpe. Deja tiempo para que lo trabajado se asiente en ti: tres días, una semana o el tiempo que necesites antes de pasar a la siguiente.


1. Carta

Escribe una carta a la persona o ser que has perdido. Habla desde el corazón: todo lo que sientas, lo que quedó sin decir, lo que duele y lo que agradeces. Hazlo en primera persona y en tiempo presente, como si esa carta fuera a llegar a sus manos.

Cuando termines, escucha qué pide tu corazón: puedes guardarla, quemarla o romperla.


2. Carta-respuesta

Ahora imagina que recibes una carta de vuelta. ¿Qué crees que esa persona te diría? Escríbela tal como te gustaría escucharla.


3. Técnica de las dos sillas

Coloca dos sillas frente a frente, separadas alrededor de metro y medio. Una representa a ti; la otra, a la persona, situación o emoción con la que quieres dialogar.

Siéntate en una, habla en voz alta y sin censura: llora, ríe, grita, susurra… Después cámbiate a la otra y responde como si fueras “el otro”. Cambia tono, postura o gestos para entrar realmente en cada papel.

Termina el diálogo en una nota de cierre: agradecimiento, perdón o amor.


4. Palabras a la madre y al padre

Primero a un progenitor y luego al otro:


“Gracias por darme la vida. La acepto tal como me llegó, con lo que pudiste darme. Me basta para vivir mi propia vida; no necesito más.”


5. Soltar con un globo

Escribe en un globo inflado con helio:


“Te dejo ir, …” (puede ser un nombre, un sentimiento, una etapa).

Suelta el globo y, en un papel, anota todo lo que se va con aquello: lo bueno, lo difícil y las partes tuyas que se desprenden también.


6. Cofre de la memoria

Elige objetos significativos que guarden la historia con la persona o ser querido (foto, objeto, carta, regalo…). Guárdalos en una caja especial y recurre a ella cuando lo necesites. Si tienes demasiados objetos a la vista, guárdalos para permitirte respirar.


7. Cinco velas

Enciende cinco velas, una a una, diciendo:


Perdóname.


Te perdono.


Te amo.


Gracias por haber estado en mi vida.


Te dejo ir.


Recuerda: El duelo no es una enfermedad que haya que curar, sino un puente que cruzamos. Lo atravesamos paso a paso, como podemos, y siempre a nuestro ritmo.

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La primera sesión no solo trata de aspectos organizativos, sino que también le permite evaluar si se siente cómodo trabajando conmigo. Es un paso fundamental para crear un ambiente seguro y productivo.
Al final de la sesión, se resumen los puntos clave. Pregunto si las condiciones son adecuadas para el cliente y respondo cualquier duda. Si ambas partes están de acuerdo, se establece el plan de trabajo.
Pregunto sobre los motivos de la consulta, expectativas respecto al trabajo conmigo y los resultados deseados. También se discuten las preferencias del cliente: аcompañamiento a corto o largo plazo., frecuencia de las sesiones, etc.
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